miércoles, 5 de enero de 2011

Bajo el sol jaguar (II)

"Al oir esas palabras sentí de nuevo la necesidad de mirarle los dientes, como ya me había ocurrido durante el trayecto en jeep. Pero en aquel momento se asomó a sus labios la lengua húmeda de saliva, y en seguida se retrajo, como si estuviera saboreando algo mentalmente. Comprendí que Olivia ya estaba imaginando el menú de la cena.
Ese menú -como nos lo ofrecieron en un restaurante que encontramos entre unas casas bajas de verjas sinuosas- sempezó con una bebida roja en un vaso de vidrio soplado a mano: sopa de camarones, extremandamente picante debido a un tipo de chiles que hasta entonces no habíamos probado, tal vez los famos chiles jalapeños. Después cabrito asado, sorprendente en cada bocado porque los dientes encontraban unas veces un fragmento crujiente otras algo que se deshacía en la boca.
"¿No comes?", me preguntó Olivia que parecía concentrada en gustar su plato y en cambio estaba como de costumbre atentísima, mientras que yo me había quedado absorto mirándola.
Lo que estaba imaginando era la sensación de sus dientes en mi carne, y sentía que su lengua me levantaba contra la bóveda del paladar, me envolvía en saliva para empujarme después bajo la punta de los caninos. Estaba sentado allí delante de ella pero al mismo tiempo me parecía que una parte de mí, o yo entero, estaba contenido en su boca, era triturado, desgarrado fibra por fibra. Situación que no era completamente pasiva por cuanto mientras Olivia me masticaba yo sentía que actuaba en ella, le transmitía sensaciones que se propagaban desde las papilas de la boca por todo su cuerpo, que era yo quien provocaba cada una de sus vibraciones: era una relación recíproca y completa que nos implicaba y arrastraba."

Bajo el sol jaguar
Italo Calvino

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