miércoles, 15 de diciembre de 2010

BALZAC Y LA JOVEN COSTURERA CHINA (III)

"Muchos años más tarde, una imagen del período de nuestra reeducación sigue grabada en mi memoria con excepcional precisión: ante la impasible mirada de cuervo de pico rojo, Luo, con un cuévano a la espalda, avanzaba a cuatro patas por un pasaje de unos treinta centímetros de ancho flanqueado a cada lado por un profundo precipicio. En su anodino cuévano de bambú, sucio pero sólido, había escondido un libro de Balzac, Papá Goriot, cuyo título en chino era El viejo Go; iba a leérselo a la sastrecilla, que todavía era sólo una montañesa, hermosa pero inculta.
Durante todo el mes de septiembre, tras el éxito de nuestro robo, fuimos tentados, invadidos, conquistados por el mundo exterior, sobre todo el de la mujer, el del amor, el del sexo, que los escritores occidentales nos revelaban día tras día, página tras página, libro tras libro. El Cuatrojos no sólo se había marchado sin atreverse a denunciarnos sino que, por fortuna, el jefe de nuestra aldea había ido a la ciudad de Yong Jing para asistir a un congreso de los comunistas del distrito. Aprovechando estas vacaciones del poder político y la discretaa anarquía que reinaba momentáneamente en la aldea, nos negamos a ir a trabajar a los campos, algo que a los aldeanos, ex-cultivadores de opio reconvertidos en custodios de nuestras almas, les importó un primiento. Me pasaba así los días, la puerta más herméticamente cerrada que nunca, con las novelas occidentales. Dejaba de lado los Balzac, pasión exclusiva de Luo, y me enamoraba sucesivamente, con la frivolidad y la seriedad de mis diecinueve años, de Flaubert, de Gógol, de Meville e, incluso, de Romain Rolland."

No hay comentarios:

Publicar un comentario