"Una vez un hombre, que siempre me mandaba una carta después de pasar la noche conmigo, declaró que nuestra relación no tenía sentido y que no tenía nada más que decirme. Nada supe de él al día siguiente. "Cuando asomó el alba" (poema antiguo) sin la acostumbrada carta de la mañana no puede evitar cierta melancolía. Me dije, a medida que pasaba el día: "Bueno, realmente quería decir lo que me dijo".
Llovió muy fuerte al día siguiente. Llegó el mediodía sin que supiera nada de él. Era evidente que ya no se acordaba de mí. Al atardecer cuando yo estaba sentada al borde de la galería, un niño apareció conun paraguas abierto en una mano y una carta en la otra. Abrí la carta y la leí con demasiada premura. El mensaje era: "La lluvia que hace crecer el agua". Esto me pareció más encantador que si me hubiese enviado muchos poemas."
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